Por María Laura Rubina
Oscar Wilde, ilustre escritor y dramaturgo irlandés, es reconocido por su ingenio satírico y estilo literario inconfundible. Aunque es famoso por sus comedias y sátiras sociales como «La importancia de llamarse Ernesto» y «El abanico de Lady Windermere», también incursionó en la literatura de horror.
Además de «El fantasma de Canterville», su obra más destacada en ese género es «El retrato de Dorian Gray», publicada en 1890. Este magistral escrito narra la historia de Dorian Gray, un joven aristócrata que es el epítome del hedonismo y la vanidad, quien encarga un retrato con el fin de inmortalizar su belleza y juventud. Este cuadro acabará reflejando la decadencia de su alma y la degeneración de su cuerpo, mientras él mantiene una apariencia juvenil a expensas de su propia corrupción moral.
Aunque el género del horror no fue el foco principal de Wilde, «El retrato de Dorian Gray» se erige como una obra seminal que ha dejado una marca indeleble en la literatura de este género. La novela fusiona elementos góticos y filosóficos para crear una narrativa provocadora que sigue siendo objeto de estudio y admiración en la actualidad. En esta obra cuasi trágica, Wilde presenta una trama intrigante y misteriosa, pero también explora temas oscuros como la decadencia moral y las consecuencias de los deseos desenfrenados. Es casi inevitable reconocer la paradójica relación entre la ficción y una vida personal tan llena de impulsos, pasión y de tragedia.
Oscar Wilde nació el 16 de octubre de 1854 en Dublín, Irlanda. Provenía de una familia acomodada, con un trasfondo académico sólido. Después de graduarse en el Trinity College de Dublín, estudió clásicos y literatura en la Universidad de Oxford, donde comenzó a desarrollar su estilo literario distintivo y donde se unió al “movimiento estético”, cuyo principal enfoque era la exaltación de la belleza y la búsqueda del placer estético como valores fundamentales en el arte y la vida. Esta filosofía caló hondo en la vida del autor.
Wilde era una figura de personalidad magnética, conocido por su ingenio, filoso sarcasmo y elegancia en la forma de vestir, un verdadero dandy, lo que reflejaba su inclinación por el esteticismo. Sus modales eran refinados y era el centro de atención donde estuviese. Su presencia en la sociedad victoriana dejó una marca indeleble cultural y literariamente.
Cuando Oscar Wilde se casó con Constance Lloyd, él estaba a punto de cumplir treinta años, y ella tenía veinticinco. Aunque Wilde ya era conocido por su agudeza y sus charlas, así como por su personalidad colorida y extravagante, sus escritos todavía no habían tenido mucho impacto.
Oscar Wilde conoció a Constance, la hija de Horace Lloyd, un acaudalado abogado de la Reina Victoria en 1881. La casualidad quiso que ella estuviera visitando Dublín en 1884, cuando Wilde estaba dando una conferencia en el Teatro Gaiety. Wilde le propuso matrimonio y el 29 de mayo de 1884, se casaron en la Iglesia Anglicana de St. James, Paddington, en Londres.
Desde el principio, pasaron demasiado tiempo separados y a pocos años de casarse, Wilde le confesó a un amigo que los sentimientos románticos que una vez tuvo hacia su esposa se habían convertido en ‘una curiosa mezcla de ardor e indiferencia’.
Fatídicamente, en junio de 1891, Wilde conoció a Lord Alfred «Bosie» Douglas, un estudiante de 21 años de la Universidad de Oxford y talentoso poeta, quien llegaría a ser el propio Dorian Gray del autor: su musa literaria, su genio maligno y su amante. La relación duró varios años y estuvo marcada por una intensa pasión, pero también por periodos tumultuosos y conflictivos.
El padre de Bosie, el Marqués de Queensberry, desaprobaba de esa relación y acusó públicamente a Wilde de «hacerse pasar por un sodomita» en una tarjeta que dejó en el club de Wilde -curiosamente, un término que en inglés fue mal escrito en esa nota: “somdomite” en vez de “sodomita”-. El autor, instado por Bosie, decidió demandar a Queensberry por difamación. Sin embargo, durante el juicio, surgieron pruebas de las relaciones homosexuales de Wilde, lo que llevó a una contra-acusación por «indecencia grave». Oscar Wilde fue juzgado por homosexualidad el 26 de abril de 1895. Se declaró no culpable de 25 cargos de indecencia grave.
Constance permaneció leal a su esposo durante todo su calvario, a pesar de que su matrimonio se vio afectado por la infidelidad del escritor. El paralelismo entre ella y la joven actriz del libro cuyo destino se ve trágicamente afectado por su relación con Dorian Gray se hace evidente. Una perla del agudo ingenio del autor es llamar a ese personaje Sybil, el mismo nombre de la madre de Bosie, tal vez para indirectamente comparar al Marqués con el desdeñable Dorian Gray, sino premonitoriamente acerca de su propio destino. Después del encarcelamiento de Wilde, Constance cambió su apellido y el de sus hijos a Holland y obligó a Wilde a renunciar a sus derechos parentales. Sintiéndose humillada por todo lo ocurrido, se auto exilió a Europa continental, viviendo en Suiza, Italia y Francia hasta su fallecimiento el 2 de abril de 1898 a causa de esclerosis múltiple. El autor nunca más vio a sus hijos.
Después de su liberación en mayo de 1897, Wilde optó por dejar Inglaterra debido al estigma y la notoriedad que enfrentaba allí tras su encarcelamiento por «indecencia grave». París le ofrecía un entorno más acogedor y cosmopolita, donde podía vivir con mayor libertad y dedicarse a escribir. Aún así, le resultó difícil recobrar la fama y el éxito que solía tener y enfrentó dificultades para generar ingresos a través de su escritura. Después de la liberación de Wilde de la prisión, el autor y Bosie se reunieron brevemente pero eventualmente se distanciaron.
El destacado escritor, poeta y dramaturgo irlandés murió a los 46 años en un pequeño hotel de París, el 30 de noviembre de 1900, a causa de una meningitis resultante de una infección en el oído que contrajo mientras estaba en prisión.
Oscar Wilde fue perdonado póstumamente por su homosexualidad el 24 de diciembre de 2016, bajo la «Ley Turing» en el Reino Unido. Esta ley lleva el nombre de Alan Turing, otra figura destacada que fue injustamente condenada por su homosexualidad. La ley otorgó perdones póstumos a hombres que fueron condenados por delitos homosexuales que ahora han sido abolidos.